viernes, 23 de septiembre de 2016

DURÁN BARBA

ENTREVISTA A FONDO Durán Barba: "A Macri no le angustia que no se cante la Marcha Peronista, prefiere ver Netflix" El asesor estrella de Mauricio Macri, Jaime Durán Barba, brindó una entrevista en la que habló de todo: su infancia y juventud, la filosofía, su relación con la política, y, principalmente, su vínculo con el Presidente. Desmintió haberle aconsejado a Macri que se afeite el bigote y consideró que el mejor consejo que le dio fue "que no corra para presidente hace cuatro años". Durán Barba contó intimidades de su vida y de su relación con Macri. Jaime Durán Barba, el asesor estrella de Mauricio Macri, brindó una entrevista a la revista Almagro en la que habló de todo. Desde cómo fue su infancia y la relación con sus padres, hasta su actividad actual y el vínculo con el Presidente. Aquí la nota completa: Durán Barba nació en Quito, Ecuador, el 5 de diciembre de 1947: “Siempre fui una persona optimista, tuve una infancia feliz. Los juguetes no me llamaban mucho la atención y solo llevaba conmigo un grupo de soldados de plomo para que me protegieran de los fantasmas que habitaban la vieja casa de la familia. Los demás, estaban archivados. Mi primer sueño fue convertirme en poeta o actor de teatro. Cuando tenía 11 años actué por primera vez en una pieza de teatro como Amal en el Cartero del Rey de Tagore”, relató. -¿Cómo era la relación con sus padres? -Maravillosa. Mi madre era una mujer que estaba siempre en movimiento, organizando comidas, fiestas, juegos, inundaba la casa de alegría y sorpresas. Mi padre hablaba seis idiomas, viajaba mucho, nos contaba lo que pasaba en Estados Unidos y Europa. Trajo a Quito una televisión cuando todavía no se instalaba ningún canal y todos le oían cómo funcionaba el artefacto en Estados Unidos. Se sentía feliz en su enorme biblioteca. Lo recuerdo todavía recitando en griego el Filoctetes de Sófocles con mucha emoción. Yo tenía pocos años, no entendía nada, pero decidí que en algún momento estudiaría griego. -¿Qué tan parecido o distinto es usted a cuando era un niño? -Siempre fui transgresor. Me encantaba enfurecer a mis maestros. Para hacerlo leía, buscaba datos, hacía preguntas para descolocarles, me gustaba sorprenderles a ellos y a mis compañeros. Básicamente soy el mismo. Me aburre la gente que cree en verdades inamovibles. Viajo, estudio, cuestiono todo, también las cosas en que creo. Me gusta la gente con sentido del humor, que puede reírse de sí misma. Durán Barba considera que su versión sobre la diversidad, la pluralidad y la aceptación está vinculada a su estancia en el universo creado por sus padres: “Mi padre tenía propiedades en sitios muy distintos, lo que me permitió convivir desde los primeros años con personas de otras culturas: indígenas de altura, shuaras (llamados jíbaros por los blancos), afroamericanos, la vieja sociedad de Quito. Creo que esa experiencia me marcó definitivamente para comprender que la gente puede ser muy distinta y la felicidad puede tener muchos rostros.” El pequeño Jaime era, también, un niño solitario. “Mis mejores amigos y los juguetes más queridos fueron los libros”, dice. Y construye una máxima que podría disonar con la construcción del relato macrista: “Nada me es más placentero que encerrarme, largos períodos, con mis libros y mi música, aislado del mundo.” -¿Cuál era entonces su relación y conexión con la política? -Nací en una familia política. Mis padres eran velasquistas. Tuve la suerte de conocer a José María Velasco Ibarra, un personaje peculiar: cinco veces presidente del país (N de la R: dos veces autoproclamado dictador), derribado cuatro veces por los militares. Cuando estaban en el poder mi padre era alto funcionario, la casa se llenaba de personas, había escoltas, choferes, coches, bulla. De pronto llegaba el golpe militar, todo desaparecía y nos íbamos a una casa de campo hasta ver qué ocurría. Eso me enseñó cuan efímero es el poder. Nada peor que creerse todopoderoso y eterno. Conservando la sencillez y tratando de servir a los demás, la vida es mejor. Sobre el carácter excéntrico que algunos le asignan a su personalidad, Durán Barba se defiende y dice: “Lo lúdico y lo onírico no significan despreocupación, son centrales en mi vida. Trato de no perder la inocencia intelectual, conservar la capacidad de hacer las preguntas propias de un niño. Espero morir antes de llegar a la etapa de la conciencia”. -¿Recuerda cuál fue el hecho más trascendente de su infancia? -Siempre me apasionó lo místico. Desde las misas solemnes, con sacerdotes cubiertos de oro que cantaban la Misa de Angelis en mi escuela, hasta la consagración al Sangay de los shuaras en la Amazonía, o los ritos afro ahuyentando al naufragio a la orilla del mar. Todos eran hermosos, estimulantes. Después tuve la oportunidad de contactar con el budismo y el Taoísmo. Me pareció muy bueno cultivar todas las aproximaciones a lo místico al mismo tiempo y disfrutarlas. Mi entusiasmo por lo místico no excluyó al inframundo. Mi libro preferido fue, por mucho tiempo, Una Temporada en el Infierno de Rimbaud. “Lo más astuto es abandonar este continente donde la locura anda al acecho, para proveer de rehenes a estos miserables”, dice el poeta francés en aquella obra citada por Durán Barba. -¿Era un joven sociable? ¿Qué tipos de salidas disfrutaba? -Nunca fui muy sociable. Mis recuerdos del colegio se confunden con personajes de obras de teatro. Quería ser como César Vallejo y “morir en París con aguacero, un día del cual tengo ya el recuerdo, tal vez un jueves, como es hoy, de otoño”. Tuve siempre contacto con el campo, aprendí a manejar armas, a criar animales y plantas, a adiestrar caballos, acompañaba a mi padre en sus búsquedas de tesoros en la montaña. En nuestra casa de campo había Huaykaciques, Cajas Roncas y otros seres misteriosos que desgraciadamente desaparecieron con la electricidad. -¿Cómo fue que decidió estudiar Filosofía? -Estudié toda la vida con los jesuitas, admiraba su capacidad de razonar y ordenar los conceptos. Estaba estudiando derecho, cuando el Filosofado San Gregorio quitó la obligatoriedad del latín, se podían rendir las pruebas en castellano, y se abrió a estudiantes que no queríamos ser curas. Me matriculé y pasé cuatro años estudiando Filosofía Escolástica. Fue como vivir esa temporada en El Nombre de La Rosa. En el último año fui alumno de un profesor mendocino genial y por eso vine a la Universidad de Cuyo. Mi plan original fue escribir una tesis comparando el pensamiento de Aníbal Ponce con Mariátegui. Durán Barba desarrolló entonces un profundo rechazo a cualquier tipo de nacionalismo. Dice: “Nunca me gustaron los movimientos, ni los dogmatismos, peor cuando se mezclaban con la religión o tenían una identificación nacional. Eso de militar en algo, sonaba a militar y nunca tuve simpatía por los uniformes.” -¿Qué era entonces para usted la revolución? -Para mí la revolución era universal, tenía que ver con Ernesto Cardenal (N de la R: poeta y sacerdote nicaragüense, considerado uno de los padres de la Teología de la Liberación), los poetas nadaistas colombianos, Gonzalo Arango, Antonin Artaud, Ginsberg, Kerouac, Timothy Leary, David Cooper, el Sartre de Saint Genet, The Doors, los Stones, Pink Floyd, The Moody Blues, Jimi Hendrix, Janis Joplin y una revista del underground que leía con entusiasmo: El Corno Emplumado. Mi gran deseo no cumplido fue haber podido asistir al festival de rock de Woodstock. Luego de convertirse en el máximo consejero del presidente Mauricio Macri, Durán Barba estuvo envuelto en varias polémicas. Al principio evitaba toda clase de definiciones y era más bien una suerte de incógnita. Proliferaron muchas versiones sobre sus actividades, sus consejos, y también sobre su ascendencia sobre el propio Macri. Él remarca, una y otra vez, que no es publicista. Y que la campaña sucia que perjudicó al ex senador Filmus, por la que estuvo procesado por la Justicia Federal, no fue de su autoría. “Es todo una tontería, en mis libros digo lo que pienso al respecto”, se defiende. “Nunca recomendé hacer una campaña sucia, es contraproducente”. También se ataja de otras acusaciones, como aquella que indica que fue uno de los que compró contratos de dólar futuro, la operatoria por la que la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner está procesada. “Más allá de que hacer eso no es delito, no hice ninguna operación de ese tipo” explica. Y amplía: “Soy accionista minoritario de empresas que fundó mi abuelo hace casi cien años, no he ocupado nunca puestos ni en los directorios de esas empresas ni he sido ejecutivo de ninguna de ellas. Decir que yo hago algo porque una empresa en la que tengo acciones lo hace, sin que tenga ningún poder de decisión en la misma, es al menos equivocado.” -¿Qué es lo que usted hace en concreto? -No creo tener una misión en la vida. Soy alguien inquieto que estudia, cuestiona, quiere entender la lógica del poder. Usando la metáfora de Foucault: soy un arqueólogo de la política. Profesionalmente he sido consultor político durante décadas. Pienso en la realidad de un país, en cómo se hace la política, trato de comprender a la gente y doy consejos para que la persona a la que asesoro gane las elecciones o, si es mandatario, mantenga una buena comunicación con la gente. No tengo idea de cómo se hace publicidad, nunca tuve cuenta de Twitter, rara vez voy a un acto público. Analizo investigaciones y pienso. -¿Cuánto pesa la afinidad de pensamiento -en términos políticos, económicos y sociales- a la hora de trabajar con un candidato? -La afinidad de pensamiento entre el consultor y el candidato es mala, permite que se refuercen mitos. Todos tenemos mitos. Es importante que la persona con la que trabajo tenga la sabiduría de no creerse estatua. Como decía uno de mis maestros jesuitas, “eso de tener las cosas claras es propio de los tontitos”. Me gustan políticos inteligentes, capaces de discutir, aprender, pensar la política de manera creativa. Tengo tres límites: no asesoro a personas autoritarias o que hayan colaborado con una dictadura; que tengan dinero sucio; que segreguen a minorías o mujeres. -¿Qué es lo que vio en Mauricio Macri? ¿Son amigos? -Mauricio y varias personas de su entorno tienen la ventaja de no estar encadenados a un pensamiento tradicional. Son gente inteligente, educada, pero no les angustia que no se cante la Marcha de los Muchachos Peronistas, ni la Marcha Radical, ni la Internacional Comunista. Prefieren ver Netflix. En una época en que los conceptos arcaicos caducaron, tanto de los que quieren navegar en el acorazado Potemkin, como de los que quieren resucitar un cristianismo cerril, están condenados al fracaso. Mi relación con Mauricio es poco usual en el mundo de mi profesión. Normalmente prefiero trabajar con personas con las que no comparto mitos y en proyectos en los que no creo demasiado. En este caso me identifiqué con Mauricio porque creo que encabeza la experiencia más interesante que se hace de una nueva política constructiva en el mundo. -Usted hizo una descripción de sí mismo como una persona libertaria, desprejuiciada y transgresora. ¿Le costó hacer pie hacia el interior del PRO? -Soy transgresor como lo es un sector del PRO con el que tengo una gran relación. Hay sectores más conservadores que no me estiman mucho, pero eso me parece muy bien. Detesto los partidos con verdades únicas. -A usted le atribuyen muchos consejos, desde el recorte del bigote hasta decisiones estratégicas electorales. -Hay mucho de mito y de internismo. Cosas como la del bigote no tienen ningún sentido. Con mi nivel de distracción me es difícil recordar quién tiene y quién no tiene bigote. Algunos quisieron malquistarme con Mauricio difundiendo disparates. -¿Cuál fue el mejor consejo que le dio a Macri? Tal vez el mejor consejo que di fue el de que no corra para presidente hace cuatro años. Justamente, en 2011, fue el momento más duro para Durán Barba dentro del PRO. Un importante sector del partido presionaba para que Macri compitiera por la presidencia, cuando ya llevaba un mandato al frente del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. La discusión se extendió durante varios meses, con un nivel de interna que era inédito entonces para el macrismo. Durán Barba le pidió a su pupilo que no aflojara ante las presiones y que fuera por la reelección en la ciudad, con la mira puesta en fortalecer el partido para 2015. La lectura se reveló como acertada. -¿Qué errores advierte en el gobierno de Macri? -Errores hay siempre. Lo que importa es el conjunto. Desde un punto de vista técnico, parecía inevitable que el gobierno perdiera unos veinte puntos en la primera etapa. La situación del país era muy mala, nos precipitábamos hacia algo como Venezuela. Era inevitable ordenar la economía y eso tiene costos. Cuando comparo los números de Mauricio con los de otros mandatarios que vivieron circunstancia semejante, me sorprendo. No existe otro caso de comunicación tan exitosa en los últimos 30 años. -¿Pero cuánto cree que durará la apelación constante de “la herencia” para justificar el ajuste? Según su mirada, la gente comprende que se necesitaba un cambio, pero empieza a tener necesidades más urgentes. -No empieza a tenerlas: las tiene desde hace bastantes años. La situación de las escuelas, los hospitales, las comisarías en la Provincia de Buenos Aires, son de las peores de todo el continente. No se trata de justificar medidas inventando una herencia. La gente sabe lo que pasa y tiene fe en que con Mauricio esto va a cambiar. -¿Cómo describiría conceptualmente al gobierno de Macri? -Muchos intelectuales se drogan con naftalina. Hay conceptos que no tienen ninguna vigencia. Si dicen que el gobierno K fue de izquierda, que la cleptocracia militar venezolana representa al proletariado o que la teocracia de Irán encarna el pensamiento de Marx, están locos. Es divertido tratar de mezclar conceptos para definir la realidad, pero hay que tener el cuidado de que ese juego no impida ver lo que ocurre. -¿Qué opina de la existencia de agencias de trolls vinculados al gobierno y dedicadas a intervenir en las redes sociales? ¿Es una herramienta más o usted no recomienda su uso? -Estoy en contacto con el equipo que trabaja con Marcos Peña desde hace 12 años y nunca hablamos de hacer una campaña negativa en contra de nadie, nunca conocí a un troll. En mis libros, artículos, cursos, siempre defendí que las campañas negativas son tontas, una pérdida de tiempo para halagar a líderes resentidos. Eso nunca hubo en el PRO. Es obvio que, por ejemplo. la campaña anti Tinelli es, o una tontería enorme de personas que tratan de ayudar a Macri desde la ignorancia, o un buen manejo de marketing del propio Tinelli para subir su rating. -¿Qué es para usted la alegría? ¿Qué es la felicidad? ¿Qué es el éxito? ¿Cuál es la revolución hoy, es decir, qué peso tiene esa palabra? -La revolución actualmente no tiene que ver con construir muros como el de Berlín, encerrar a los disidentes en Gulags, o armar un nuevo Proceso de Moscú. Pasa por la alteridad: el reconocimiento del otro, la valoración del otro. El maniqueísmo es reaccionario. Me parece que la felicidad funciona cuando no se la define, si aceptamos que puede tener mil rostros y todos son válidos, también los que no nos atraen. Personalmente me gustaría vivir en una sociedad en la que la libertad del otro no sea mi límite, sino algo que puede desarrollar mi libertad hasta el infinito.

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