jueves, 7 de junio de 2012

NO VEN EL ARCO


El gobierno no sabe donde tirar la pelota, no ve el arco…

La falta de seguridad en lo que sucederá a mediano plazo, las dudas acerca de las opciones que se nos presentan, no saber cual puede ser una medida correcta, se denomina incertidumbre. Eso es lo que sentimos la mayoría de los argentinos ante las erráticas decisiones y declaraciones de los miembros del gobierno.
La incompetencia de quienes están a cargo, nos está produciendo un estado de desasosiego que puede convertirse en una reacción desfavorable hacia quienes creen que aún cuentan con la mayoría.
En los últimos días, la incontinencia verbal manifiesta, tanto de la Presidente como la de su gabinete, muestra el desconcierto que también existe dentro del grupo gobernante.
Cristina Kirchner, rodeada de funcionarios y personas a las que no les cuesta doblar las rodillas, en señal de sumisión absoluta, para mantenerse cerca del poder, generador de favores y dádivas, no advierte, que ya no le alcanza el precio de la soja para esconder la indisposición moral, política, y económica, de su gobierno.
No aprecia la realidad tal cual es, intenta crear desde el Estado una, a su medida.
No sabemos si por falta de datos o, por ofuscación, implementa políticas que han llevado a nuestro país, en el pasado, al fracaso.
Se equivocó el Gobierno porque, su intervención, fue siempre en contra del mercado. Está destruyendo las relaciones propias de la sociedad civil, incluso, las instituciones políticas y, poniendo en coma, también, al sector más productivo: el agropecuario.
Pero, si el objetivo es lograr una sociedad tan genuflexa como sus ministros, se equivoca. Los argentinos ya ven que se les agujereó el bolsillo.
El inducir, autoritariamente, a la sociedad a que actúe según las necesidades de un Estado constrictor, ha provocado que muchos argentinos hayan decidido salir a protestar a la calle.
Los recientes cacerolazos, denotan, que están dejando la pasividad con que recibieron los golpes a la libertad de pensamiento, a hacer lo que quieren con el producto de su trabajo, y a poder llegar a fin de mes con el salario.
Los ciudadanos de nuestro país ya no son los mismos de antes. Recuerdan, como los alemanes, los períodos de índice de inflación elevada y las consecuencias. Aprendieron que no se puede progresar sin buena información, por eso no aceptan la uniformidad de la opinión.
También están al tanto de que los gobiernos que proponen autarquía económica, los conducen a comprar más caro y de peor calidad, que los controles de precios no funcionan y que los gobernantes que quieren perpetuarse en el poder lo hacen mediante promesas demagógicas, incumplibles.
Es de esperar que la oposición no copie las maneras antidemocráticas de los funcionarios actuales, la democracia no es la panacea pero, hasta ahora, es el mejor sistema político. Nos permite, mediante un medio pacífico como es el sufragio, sacarnos de encima a gobernantes incompetentes y autoritarios.
Debemos aumentar los grados de democracia, exigiendo, a los que gobiernen que no eliminen o debiliten, una vez llegados al poder, a las fuerzas opositoras. Y, que convivan con ellas, en armonía, permitiéndoles, por medio de la crítica, el control y la visualización del error a los actos de gobierno. Así se aprende.
El gobierno kirchnerista no se da cuenta que, sin condiciones para que la gente decida arriesgar su capital, no hay progreso económico. La principal condición es la división de poderes: permite la acción electiva propia de las sociedades abiertas.
La experiencia histórica nos muestra que un “plus” de Estado, como lo estamos teniendo en la Argentina, lleva a la destrucción de valores democráticos, de la ética del trabajo y del deseo de emprender desafíos aceptando la competencia y la posibilidad del fracaso, como también, la de crear nuevas riquezas que mejoran la calidad de vida, en general.
Es de esperar que la reacción opositora sea saludable y no se base, como hasta ahora, en el amor a la redistribución ejercida por el Gobierno. Ello implicaría, más de lo mismo.
No podemos vivir del Estado ni de la generosidad de los países ricos, debemos ser los artífices de nuestro propio destino. Abrir las puertas, a la comunidad internacional, para que mediante un marco legal, que iguale a capital nacional y extranjero, puedan invertir en nuestro país. El Estado, por su parte, tiene que cumplir su función esencial: hacer respetar el marco normativo liberal que impera en las bases de nuestra Constitución, derogando todas las leyes que no respetan sus principios.
Es la mejor manera, de salvarnos de un posible naufragio.

Elena Valero Narváez. (Autora de “El Crepúsculo Argentino” Lumiere .2006)
evaleronarvaez@hotmail.com

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