lunes, 4 de junio de 2012

NACIONALISMO

¿EL NACIONALISMO ES ESTATISTA? “Me hierve la sangre al observar tanto obstáculo que se vencería rápidamente si hubiera un poco de interés en la Patria” Manuel Belgrano Por Alberto Asseff * En estos días abundan las referencias al nacionalismo. Como es proverbial en nuestro país, las menciones tienden mucho más a desfigurarlo que a entenderlo. Por eso, parece un buen ejercicio reflexionar acerca de este tema. ¿Es una rémora o tiene futuro, además de sobresaliente presente? Hay que fugarse con celeridad de ciertos análisis, más allá de la fama del analista. Francis Fukuyama, por caso, conmovió al mundo entero con ese terminante apotegma “se terminó la historia”, espetado apenas se desmoronó el Muro de Berlín, en 1989. La historia no sólo no se terminó, sino que nunca se fue y sigue más viva, activa y compleja que nunca. ¡Cómo va a ser arcaico un sentimiento entrañable! El amor por la tierra natal es connatural al ser humano. Se lo puede llamar amor al terruño, patriotismo, nacionalismo. Losemántico se relega ante la inmensidad de la emoción. ¿Ya no existen intereses, fronteras, identidades? Es notorio que marchamos hacia estadios de integración supraestatal y supranacional, pero colegir de este proceso que hayan fenecido los intereses nacionales, las fronteras, las identidades parece más que aventurado. Es casi un dislate. Digo supraestatal diferenciándolo de supranacional porque ¿quién puede atreverse a sostener que Uruguay y gran parte de la Argentina central y litoraleña son dos naciones distintas? Apenas son dos Estados separados. Lo mismo cabe respecto de Paraguay y sus vínculos socio-culturales e históricos con todo el NEA. Igual cuadra para Jujuy y Salta en relación a Tarija y otras comarcas del sur boliviano. Y hasta podríase mencionar a Mendoza y la región central de Chile como dos Estados, en modo alguno dos naciones. Ha sido un logro intelectual, con derivaciones geopolíticas muy ricas, sostener que la militarización inglesa del Atlántico Sur – y su usurpación cada vez más vasta – no configura un problema exclusivamente argentino, sino una cuestión que aliena el porvenir de toda América del Sur. Por esta vía vamos avanzando hacia la refiguración del nacionalismo y vamos hallando vetas poco reconocidas, pero muy fuertes. El nacionalismo trasciende al Estado, en este caso al argentino, así como ultrapasa al paraguayo, al chileno y aun al brasileño. Ya se otea, se entrevé, se intuye al nacionalismo sudamericano, ese que nos robustecerá a todos y que nos dará el pasaporte hacia todo el planeta. Empero el asunto del título está constreñido a la relación nacionalismo y estatismo. Generalmente se asocian cual sinónimos. Sin embargo las dos economías más grandes del mundo y dos culturas fuertes y muy identificadas – EE. UU. Y China – muestran que se puede ser hondamente nacionalista y simultáneamente alentar la iniciativa privada con sus capitales – es decir ahorro producto del trabajo –, su creatividad y su libertad responsable. Los norteamericanos siempre apostaron a la libertad económica y vaya si lograron éxitos. Nunca omitieron al Estado, pero éste no se ponía al hombro la economía con todas sus gravosas cargas, sino que custodiaba que no se produjeran maniobras monopólicas o atentados a la libre competencia, dos pilares para el equilibrio y funcionalidad del sistema. Eso sí, a la hora de buscar más fronteras, compraron Florida, Luisiana, Alaska y otros territorios y conquistaron medio México, incluida California, sin omitir a Puerto Rico y mucho más. Ahí sí estuvo el Estado y su gran mano. Hoy sigue ese Estado asegurando los intereses de los norteamericanos mediante todo tipo de acciones, incluidas las bélicas y las antiterroristas. Éstas le autoconceden inmiscuirse en todo el orbe y eso es tarea del Estado. Los chinos tuvieron la bendición de la llegada en 1977 de Deng, un liberador tan grande como Mao, con la particularidad de que el más viejo recuperó a China de su sometimiento milenario y el más nuevo la desencadenó para que movilizara sus formidables energías económicas. Fue el Estado el que relanzó a China y fueron los chinos la que la están proyectando al primer sitio del palco principal. Entre nosotros, “papá Estado” no nos deja madurar y menos crecer y desarrollarnos. En una contratendencia mundial, acá todo pende y depende del Estado. Desde lo más nimio hasta lo más grande. Y para peor, del Estado central, en desmedro ascendente de los Estados provinciales. ¿Qué necesitamos en materia de energía, para consignar una de nuestras más salientes cuestiones? Inversiones. En Vaca Muerta requerimos en diez años 50 mil millones de dólares. Para ocupar, explorar y explotar el mar argentino otro tanto ¿Podremos afrontar todo esto y mucho más con los capitales públicos solamente?. El estatismo se está volviendo enemigo abierto del nacionalismo porque neutraliza nuestras energías, sesga nuestro horizonte, repliega nuestro poder. Titulan mal algunos relatores cuando dicen, por caso, “una explosión de nacionalismo”, en referencia a la reestatización parcial de YPF. No es nacionalismo, sino estatismo. Explota el estatismo e implosiona la Nación, cada vez más retraída, ensimismada, sin aliento de futuro. Nacionalismo es mucho civismo porque quien ama a lo suyo participa, jamás es indiferente o apático. En contraste, el estatismo estimula la molicie cívica porque ‘total el Estado se encarga’… El nacionalismo, al ser amor, es honesto. El estatismo está sobradamente probado que es la antepuerta de la corrupción. Su antítesis, pues. El nacionalismo es ferviente impulsor de la buena política. El estatismo, en cambio, especula con la pobreza, a la que, vía una reiterada metamorfosis, la erige en su puntal electoral. Por supuesto que es menester un Estado que controle y regule. Pero el nuevo pensamiento que se atisba en la Argentina sabe que una cosa es controlar y otra entrometerse y suplantar. Quizás, el mayor ejemplo y el más valioso, se halla en el emprendedor que arriesga capital y trabajo tanto en su campo como en su Pyme industrial. En él está la grandeza de la Nación, no en el burócrata que ni siquiera piensa y menos planifica lo común, los intereses colectivos. Sólo se embebe de la savia productiva, al borde de dejarla exhausta. Definitivamente, nacionalismo y estatismo no sólo no son sinónimos, sino que son enemigos. *Diputado nacional Compromiso Federal Unir www.unirargentina.com.ar

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