martes, 21 de abril de 2009

LA TRIBUTACIÓN


Fundación Atlas 1853 - 21-Abr-09 - Actualidad

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La Tributación

por Meir Zylberberg


(El presente es un Capítulo del libro del autor, "La tributación, Signo de Servidumbre", de reciente publicación.)

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La tributación es un triste resabio que nos legaron los antiguos regímenes autoritarios. Su vigor en la actualidad marca el alto grado que ocupa la fuerza en la devoción popular.

El hombre en el siglo XX llegó a la Luna y aprendió la técnica de los trasplantes de órganos. Con la digitalización y el desarrollo de la informática junto a las telecomunicaciones, se puede disfrutar hoy de las ventajas de la globalización y las aperturas comerciales en gran escala. El derrumbe de las fronteras políticas es hoy ya casi un hecho.

Pero la inteligencia y los criterios lógicos se detuvieron en un punto: los temas relativos al poder y en especial, la tributación. En este terreno, el pensamiento humano no superó las etapas del más crudo cesarismo.

Las discusiones en materia de cuestiones fiscales nunca giraron acerca del costo para el contribuyente y los beneficios individuales por servicios útiles que recibe del gobierno. Todo lo contrario, los impuestos castigan los más importantes logros de la sociedad civilizada. Ellos son: la formación de capitales, los resultados positivos del libre intercambio interpersonal, las compras, las ventas y la capacidad contributiva.

La creencia popularizada que el Estado puede repartir servicios gratuitos o realizar prodigios, es el mejor ejemplo del retorno de nuestras sociedades a los tiempos, en que prevalecían los mitos y supersticiones propios del pensamiento mágico.

No hace aún tres décadas, un candidato a la presidencia de la República Argentina triunfó en las elecciones proclamando a voz de cuello que "con la democracia se come, se educa y se cura". No obstante terminar vencido por la hiperinflación, se lo sigue considerando, el restaurador de la democracia y hombre sabio de consulta".

La idea que la tributación es el precio para vivir dentro de una sociedad civilizada es falsa. Esto significaría que para vivir dentro del ámbito de una sociedad civilizada es necesario aceptar ser esquilmado impunemente y consentir la extorsión y vejaciones intolerables de todo tipo.

El poder de fiscalización de los funcionarios estatales en los movimientos patrimoniales de los particulares se convirtió en omnímodo.

La sociedad inerme retrocedió a los tiempos del vasallaje, en los que era norma el castigo a los súbditos que no cumplían las órdenes de los Señores.

No es extraño entonces que tributación, guerra y socialismo, se hayan convertido en términos indisolublemente unidos.

A los pocos años que se introdujeran en los Estados Unidos el "Income Tax" y los Bancos de la Reserva Federal, miles de jóvenes soldados norteamericanos caían en Europa durante la Primera Guerra Mundial de 1914-18. De república, los EEUU, pasaron a ser imperio.

En la Argentina, implantado el Impuesto a los Réditos en 1932 e inaugurado el Banco Central en 1935, de la forma republicana y federal nos convertimos en un estado aislado, corporativo y fascista.

Los impuestos contienen los elementos básicos que conducen al socialismo: poder arbitrario y el uso legal de la fuerza para adueñarse, sin causa, de lo ajeno.

Los impuestos no son malos porque son progresivos, regresivos, directos o indirectos. Son malos porque en vez de garantizar los derechos individuales, los violan en forma permanente.

En la patria tributaria y socialista, los derechos y garantías individuales y los códigos de fondo quedaron todos supeditados a las leyes impositivas.

Los tributos en la vida moderna no representan cobros por servicios prestados sino que tienen características de castigo.

Con el impuesto inflacionario, obra maestra de los Bancos Centrales, se dio comienzo, a la vez, a la confiscación de bienes en gran escala como sistema habitual de gobierno1

La tributación al igual que el socialismo tienen un enemigo común: los precios. La idea que la civilización se construyó con la generalización del sistema de precios es, a la fecha, casi ignorada en el mundo académico.

Los impuestos-que siempre significan gravámenes al trabajo-no sólo perturbaron el proceso productivo sino que constituyeron la gran fuente de desempleo y corrupción y el origen de la presente desesperación social.

La elección adquiere tintes dramáticos: O avanzamos hacia un sistema civilizador del mercado o nos seguimos deslizando en los lindes de la servidumbre.

El más fuerte justificativo de la moderna tributación consiste en sostener, que, sin métodos compulsivos, los hijos de los «pobres» no concurrirían a las escuelas y no sabrían de la existencia de médicos en caso de enfermedad. Los plomeros, electricistas, mecánicos, las mucamas, todos ellos se emplearían por sueldos de hambre.

No en vano Eduardo Duhalde, representante del peronismo histórico, pudo afirmar que el Estado, o sea la compulsión, es una herramienta apropiada para los pobres, mientras que los precios y el mercado son válidos para los ricos. Con esta lógica, sólo los ricos pueden darse el lujo de ser honrados, sus mujeres inmaculadas y de ser aptos para contratar.

Según esta línea de pensamiento, entre las personas de alto poder adquisitivo, no habría homicidas, estafadores, proxenetas, ladrones de guantes blancos o negros, porque ni el grado de educación ni el nivel social se los permitiría.

Con la «Clase Pasiva» se cierra el círculo de la Biología Social de inspiración marxista.

La edad es aquí el factor determinante. Las normas que rigen el ingreso a la Clase Pasiva reconocen dos grandes excepciones: los políticos y los delincuentes. Para el ejercicio de estas profesiones no hay edad.

La moderna tributación unida al constitucionalismo social y el estado benefactor se convirtieron en la mejor escuela para la delincuencia y el empobrecimiento colectivo. La inflación y sus consecuencias son los ingredientes que faltaban para demostrar la gran mentira de la justicia impositiva.

Las leyes fiscales consagraron el retorno de la sociedad estratificada existente en el Medioevo.




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